La primera obra oficial de Zach Condon termina como un manifiesto de espontaneidad europea, un viaje al mediterraneo y un cúmulo de experiencias índigas, lo paradójico es que el chico es neoyorquino y tiene diecinueve años, lo cual habla bien del talento desbordante que posee, expresado de manera casi perfecta en estos once cortes.
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